Efectos electorales

Las elecciones regionales celebradas el pasado fin de semana en el País Vasco y en Galicia abren una serie de perspectivas de las que Castilla y León, al menos en sus zonas limítrofes con esas autonomías, no es indiferente. Mientras se espera que los etarras pierdan por fortuna un escaño en Vizcaya que ganaría el PP, por el voto de la CERA, se ha visto decrecer la españolización de Álava por la caída del voto en la provincia con más relación con Burgos y La Rioja. Una capital histórica de Castilla y otra cuna del lenguaje castellano. Treviño bien merece un entendimiento entre regiones.

La onda gallega ha calado con mucha más fuerza en el Bierzo por aquello de los muchos proyectos de infraestructuras y culturales que comparten estas tierras geográficamente. No hay que olvidar que fue gracias a Feijó, con el resto de alcaldes aludidos de compañía, quien logró que en Europa se vuelvan a pensar en modernizar el tren de Coruña a Madrid con uno de mayor velocidad resolviendo, con una gran obra pública, el embudo que hace el puerto y túneles del Manzanal en la provincia de León. Media provincia orensana y otra tanta leonesa se encomiendan al recién elegido presidente de la Xunta para que siga manteniendo con firmeza esa reclamación a Madrid y a Bruselas.

También la autovía Orense-Ponferrada, que casaría la natural comarca de Valdeorras con el Bierzo, y por ende, a través de la A6 con la meseta, son otro de los puntos irrenunciables del ganador por mayoría absoluta las elecciones gallegas.

Para ser realmente sinceros, aterra, sí, aterra, pensar en los cientos de miles de votos que los etarras más o menos disfrazados de demócratas son la segunda fuerza en el País Vasco. Justo en estos días en que se recuerda con tristeza y mucha, mucha seriedad, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, algo se está haciendo mal cuando los menores de 30 años desprecian el legado de heroísmo y sacrificio por nuestra libertad que el joven concejal de Ermua representó.