Allí también es aquí

Se llamaba Zaki Anwari, tenía 19 años, un rostro que desprendía enorme dulzura y una mirada que reflejaba una gran determinación. Su pasión era el fútbol, había conseguido formar parte del equipo de la sección sub 20, en Afganistán. Su futuro era un libro abierto, aún sin escribir, lleno de posibilidades. Una de ellas podría consistir en lograr proyección internacional como futbolista, viajar por el mundo.

La abrupta conquista por la milicia talibán de la mayor parte del territorio de Afganistán, también de la capital, Kabul, ha dinamitado los sueños de este joven y ha puesto nuevamente a este castigadísimo país en un callejón sin salida.

No debemos permanecer en silencio, ante las atrocidades que se van a instaurar de modo inminente; la suerte de unas 18 millones de mujeres afganas no puede sernos indiferente. Mujeres a las que el califato talibán impedirá acceder a la educación, a puestos de trabajo y a toda opción de libertad en el manejo de sus vidas; ocultándolas ominosamente bajo un burka negro y silenciando su voz, bajo la amenaza de infligirles crueles castigos, tales como ser azotadas, mutilaciones o, en el peor de los casos, la lapidación pública, como ya sucedió cuando los talibanes gobernaron dicho país.

La responsabilidad de algunas potencias como EEUU en la deriva actual del país asiático es un hecho incontrovertible. Así, tras destinar astronómicas cantidades de dólares para la supuesta reconstrucción de Afganistán y adiestramiento de sus fuerzas armadas, la realidad demuestra que los talibanes se han hecho con el poder en pocos días y con total facilidad, por lo que dicho propósito ha resultado un auténtico fracaso.

En esa tesitura, resulta muy decepcionante la respuesta pública que ofrece EEUU, porque desentenderse del gravísimo problema, retirando a toda prisa las últimas tropas que mantiene en Afganistán, resulta a todas luces una irresponsabilidad. Tampoco ha sido acertada la respuesta del máximo responsable de Política Exterior de la Unión Europea, quien en declaraciones públicas manifestó que los talibanes estaban allí porque habían ganado la guerra. Toda una suerte de legitimación a dicho grupo tribal.

No se debe abandonar al pueblo afgano a su suerte, ni infligirles el daño añadido de sentir que la comunidad internacional les da la espalda, porque eso significa privarles también de toda esperanza de futuro. Ese sería el mayor de los daños. Y, a quienes ven a Afganistán demasiado lejos de su burbuja de bienestar, a aquellos que no les conmueve lo que está sucediendo, ni se sienten amenazados, recordarles que permitir el asentamiento en el poder de la milicia talibán, tendrá como consecuencia previsible un mundo más peligroso: el integrismo se fortalecerá si tiene su propio santuario e intentará extender sus ataques a su diana más odiada, las conquistas de las libertades de Occidente, como ya ocurrió con anterioridad.

Zaki Anwari no estaba conforme con que la milicia talibán le robara su futuro. Su inconformismo y coraje le llevaron a buscar una salida. Sus restos fueron encontrados en el tren de aterrizaje de una nave que aterrizó en Qatar, proveniente de Kabul.

Raquel López-Gavela Noval