Celebramos hoy el cuadragésimosexto aniversario de nuestra Carta Magna. Vivimos tiempos convulsos con un irrespirable clima de crispación, tensión y polarización en el debate político. La sociedad que es porosa y no ajena en absoluto a ese debate se impregna de esa crispación, hasta el punto que esa tensión se traslada a las charlas del bar e incluso a las celebraciones familiares. Se llega al insulto y hasta a la agresión contra alguien simplemente porque piensa de manera distinta.
Estamos tomando la deriva de otros países en algo muy peligroso que es poner en duda la legitimidad de un Gobierno con pactos que son legítimos. Los políticos tenemos una clara responsabilidad: intentar alejarnos de los modos más zafios, del lenguaje completamente bélico y del constante reproche y de meternos el dedo en la llaga constantemente.
En una sociedad plural y diversa es normal que haya muchas opciones políticas y que haya diferencias; lo que no es normal es que éstas sean irreconciliables y que no existan puntos de diálogo y de encuentro”. Ese foco de la polarización social tiene claves muy profundas: “malestar de fondo latente”, un “problema de expectativas y de horizonte en la sociedad”, “una crisis de confianza y de esperanza hacia el futuro” y el “auge de la extrema derecha” son algunas de ellas, y afectan no sólo a España sino a toda Europa.
Y frente a esa incertidumbre la gente busca enemigos, busca culpables y desde el ámbito político se “criminaliza al rival” y todo ésto al final cala en la sociedad.
Ante este escenario, y en un día tan relevante, quiero volver sobre el clima que se vivió en 1977 y 1978, cuando recién superada una larguísima y cruel dictadura, los responsables políticos buscaban espacios de consenso sobre los que forjar la convivencia entre personas y territorios. El 5 de mayo de 1978 se celebraba la primera sesión de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas, bajo la presidencia de don Emilio Attard Alonso. Iniciaban el debate de la propuesta de Constitución que había elaborado la Ponencia Constitucional en la Sierra de Gredos.
El Presidente iniciaba la sesión con unas palabras que creo nos deberían hacer reflexionar. Incidía en el carácter parlamentario del proyecto de Constitución, pues, conviene recordarlo, era fruto del trabajo del Parlamento, no era una propuesta que el Gobierno sometía a las Cámaras.
Decía también el Presidente que no pretendían hacer una Constitución centenaria sino que se conformaba con elaborar una Constitución que fuera hábil y practicable para los españoles, para los pueblos, nacionalidades, regiones y países de España.
Recordaba también el señor Isart los discursos de los diferentes líderes políticos en el Pleno del Congreso de los Diputados de fecha 26 de julio de 1977 cuando acordaban crear precisamente la Comisión Constituyente y de Libertades Públicas. Describía la apelación de Felipe González a la elaboración de una constitución para todos, sin sectarismo ni doctrinarismo; la de Carrillo defendiendo la apuesta por la soberanía democrática del pueblo español, del profesor Tierno apostando por la flexibilidad de la Constitución de tal manera que facilitase posteriores reformas, de Fraga pidiendo huir de un texto que fuera un programa político apostando por la consolidación democrática de un Estado de Derecho; y recordaba también la primera apelación al término nacionalidades y regiones realizadas por Arzalluz y Pujol. Por último mencionaba las palabras de Calvo Sotelo afirmando que de esa constitución, exactamente democrática, se debían obtener los consensos necesarios para que el pueblo español la ratificase. Con ese ánimo de concordia se llevaron a cabo los trabajos fruto de los cuales fue aprobada la Constitución de 1978 y ratificada en referéndum por el pueblo español.
Desde el 6 de diciembre de 2023 no ha cambiado mucho la situación desalentadora que entonces describía. Por eso he querido apelar de nuevo a aquel espíritu, a aquella vocación de búsqueda de consensos de tal manera que los acuerdos suponían cesiones sin crear escenarios absolutamente inaceptables para cualquiera de las sensibilidades constitucionales.
No todo es desalentador. En este último año se ha aprobado por fin esa necesaria reforma del artículo 49 de nuestra Carta Magna: se ha abandonado aquella ofensiva terminología de “disminuidos físicos, psíquicos y sensoriales” por otra más respetuosa e integradora: “ personas con discapacidad”.
Pero hemos de aspirar a mucho más. Desde el Partido Socialista defendemos que los consensos construidos durante todos estos años en democracia no pueden estar al albur de la agenda regresiva de algunas fuerzas políticas. Por eso, vamos a defender incluir en la Constitución, entre otros, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo; situaremos el acceso a la sanidad pública universal y gratuita y el acceso a los servicios públicos y universales, al mismo nivel que el derecho a la educación, bloqueando cualquier intento de privatización del sistema nacional de salud y de los distintos sistemas autonómicos; incluiremos, también, la garantía del poder adquisitivo y de una financiación adecuada del sistema público de pensiones, para preservar su sostenibilidad social y económica. Incluiremos, también, el derecho a la seguridad climática y al agua potable, siendo el derecho de las generaciones futuras el de heredar un planeta saludable y sostenible.
En definitiva, la Constitución es una tarea de cada día. Es el trabajo de hacer realidad los derechos que consagra. Es la tarea de perfeccionar nuestro sistema democrático. Es, en fin, el horizonte de la sociedad que queremos ser: una sociedad democrática avanzada. Para las y los socialistas, la Constitución como gran proyecto común de futuro constituye una guía permanente de nuestra acción política porque nuestro objetivo es mejorar la vida de las personas, construir una sociedad más justa, fortalecer las bases de respeto y tolerancia de nuestra convivencia democrática. Por todo ello, en este día manifestamos nuestra firme adhesión a los principios constitucionales.
¡Feliz día de la Constitución!
En vez de escribir sanchistadas, que aburres, mejor iniciabas la colecta para que la Primera Dama no quede en riesgo de exclusiin, al amparo económico de su cónyuge.