Esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Libertad Prensa. Una onomástica más para todos aquellos que formamos parte de la profesión periodística. Generalmente, las asociaciones de prensa, colegios profesionales y otros nos recuerdan en forma de comunicados los males que padece el oficio de contar lo que pasa desde distintas formas al público en general.
Un problema crónico. Yo afirmaría que El Problema. Radica en el intrusismo profesional. Al desarrollo tecnológico le ha sobrevenido una Era de la Comunicación donde todo el mundo puede acceder al viejo esquema informativo. Todos ya somos emisores y todos somos receptores. El problema, insisto en llamarlo así, que la libertad de comunicar a todo hijo de vecina permite que se cuele de todo y con las intenciones no controladas que no pasarían el tamiz de la mínima ética y deontología periodística. Como aquí todo vale, todos son periodistas en apariencia, el mercado laboral cae a sueldos de miseria absoluta, condiciones laborales de semiesclavitud y, lo peor de todo, las mentiras y falsedades que se difunden en formatos parecidos o camuflados de noticias. Por no hablar de la IA y las fotos, voces y demás montajes. El público objetivo ya no va a creer nada. Por eso hoy más que nunca existe la necesidad de regularizar esta profesión. ¿Se dejaría operar por un fulano sin título de Medicina? ¿Por qué trata como periodista a un ciudadano que tiene una web o hace vídeos sin licencia, titulación o cualquier tipo de formación reglada?
Sabiendo todo esto, la tentación de los gobiernos es, a día de hoy, en casi todos los países, de dar caza a la disidencia política con la excusa de poner un orden en el mercado de la Comunicación. ¿Recuerdan que Sumar tenía en el borrador de su programa electoral realizar un listado de medios de comunicación democráticos y otro de los que no? Ojo con eso. Alguien con sentido común finalmente dijo nones a esa propuesta. Sin embarrgo, la “regeneración” propuesta esta semana por el presidente, Pedro Sánchez, viene, al parecer, con intenciones de borrar del mercado a todo aquel que supuestamente vaya en contra de la Democracia, la verdad y los principios constitucionales. De acuerdo, pero mucho nos tememos que se siga el mismo camino que en otras supuestas democracias de habla hispana, esto es, el cierre de medios disidentes con el Gobierno y el acoso y derribo a base de multas y sanciones a todo aquel que no siga los dictados del partido en el poder. Durante décadas, la publicidad institucional ha sido un instrumento eficaz para comprar opiniones públicas y manipularlas, pero el enfrentamiento entre medios de comunicación, paralelo al enfrentamiento de colores políticos -acuérdense de eso de la “fachosfera” según Sánchez- está llegando a cotas de violencia verbal que recuerdan al ambiente de la España de los años 30. Hablen con los abuelos y pregunten. Lean la historia desde cualquier orientación.
Sólo espero y deseo que los hijos y nietos de la Guerra entre hermanos hayamos aprendido a que la violencia es un mal para todos, sean del pensamiento político que profesen y que las purgas, también en la prensa, no se normalicen.
Basta tá de manipular, la prensa y los periodistas SIEMPRE HAN ESTADO VINCULADOS A GRUPOS DE COMUNICACIÓN AFINES A UNO Y OTRO SIGNO POLÍTICO, PRENSA LIBRE, HABER HABRÁILA, LO RARO ES ENCONTRÁILA. UNA UTOPÍA, VAMOS.