“Recuerda España que tu registe el Imperio de los Mares”
Carlos III
El 5 de octubre de 1804 (pues de historia estamos hablando) tuvo lugar cerca de las costas españolas, un episodio de nuestra larga historia naval en la que nos volvimos a partir la cara con uno de los grandes enemigos de España, nuestra querida Gran Bretaña (de enemigos hemos tenido y seguimos teniendo muchos, dentro y fuera de nuestras fronteras, buena señal de seguir siendo temidos, despreciados y envidiados).
En aquella ocasión, una flotilla inglesa de cuatro potentes fragatas de guerra atacó, en la mejor tradición pirata, sin haber estado de guerra declarado entre las dos monarquías (que estaban en paz por el reciente Tratado de Amiens), a un pequeño convoy de cuatro fragatas españolas que, desde Montevideo, ganaban las costas españolas y el puerto de Cádiz. Al no existir estado de guerra, la flotilla española navegaba con sus tripulaciones de guerra incompletas y con sus bodegas llenas de numerosos viajeros civiles (entre ellos un gran número de mujeres y niños) y con caudales de plata y oro para la Corona española y mercancías.
Las cuatro fragatas: la Medea (la capitana), Nuestra Señora de las Mercedes, Fama y Santa Clara, al mando del brigadier de la Real Armada José de Bustamante y Guerra, fueron interceptadas por el vicealmirante Graham Moore. Aquel día tuvo lugar un episodio triste (de coraje desesperado) de nuestra historia naval. Ante la amenaza de abrir fuego contra las fragatas españolas si estas no se entregaban con toda su carga para dirigirse a un puerto británico, el Comandante español respondió:
“Las fragatas españolas defenderán su honor”
Fue el lacónico y fúnebre mensaje que el brigadier Bustamante dio al inglés, al ser conminado a arriar su bandera y darse preso. El español le argumentó con furia que no había estado de guerra entre las dos naciones y que llevaba muchos civiles en sus navíos. Aquel ataque contra naves llenas de civiles era un crimen de guerra. El español mandó al británico al carajo. Si querían capturar las cuatro fragatas, casi indefensas por la carga y los civiles que llevaban, las tomarían, pero no lo iban a hacer sin combatir.
La flotilla inglesa estaba alistada para el combate, la española no. Era una lucha perdida de antemano, y además fue breve, pues la desgracia, que nunca llega sola, se cebó con los españoles. Iniciado el fuego de artillería un disparo de fortuna inglés alcanzó la santa bárbara de la fragata Mercedes que voló por los aires. Sus restos se fueron al fondo con los cuerpos despedazados de 249 marinos y civiles (hombres, mujeres y niños); apenas 51 personas sobrevivieron y pudieron ser rescatadas tras el combate. Uno de ellos fue el único oficial superviviente, el teniente de navío Pedro Afán de Ribera, aferrado a los restos del naufragio con su brazo izquierdo tras haber perdido el derecho en la explosión.
Tras el desastre y para no alargar la agonía de sangre y de vidas, Bustamante ordenó cesar el fuego y arriar bandera. Desde la fragata Medea, el segundo al mando, el Mayor General Diego de Alvear, acompañado de su primogénito, Carlos María, cadete del Regimiento de Dragones de Buenos Aires, había visto morir en la Mercedes, a su esposa y al resto de sus hijos que con él regresaban a España.
Las tres fragatas fueron llevadas cautivas. Los británicos se quedaron con la remesa de oro y plata propiedad del gobierno español.
La indignación por lo sucedido recorrió España, muchas cortes europeas e incluso en la misma Gran Bretaña no pocas voces (hasta en Albión hay gente bien nacida) se alzaron contra la actuación criminal de su gobierno y de su marina de guerra; entre ellas un periódico londinense:
“Un gran delito acaba de cometerse. La Ley de las Naciones ha padecido la violación más atroz; una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz”
Pero como suele suceder entre los fuertes y los soberbios el crimen de guerra quedó impune. Se recompensó con parte del dinero robado, y el valor de los navíos apresados, al comandante británico, a sus mandos y a sus tripulaciones. Dos meses después, y en medio de una gran indignación popular, al gobierno español no le quedó más remedio que responder declarando la guerra a Gran Bretaña, en diciembre de 1804.
Al año siguiente, el funesto 1805, llegaría Trafalgar, el final y el comienzo de muchas cosas. La Historia nos dice que todas fueron malas para España.
En el fondo del mar quedaron los restos de 249 vidas, cementerio marino cercado y cubierto por los restos de la fragata Mercedes. Junto a ellos, 590.000 “Reales de a 8”, monedas de plata y oro con la efigie del Rey de España, escaparon de las manos de los británicos.
Durante 203 años el tesoro durmió bajo los caminos del mar, custodiado por los restos de aquellos marinos de guerra españoles que, tras no haber podido cumplir con su misión, al menos (como dijo un poeta español de aquellos años) se lo habían llevado consigo al fondo del mar tenebroso.
En mayo del 2007, una nueva clase de piratas modernos (también anglosajones por cierto), la empresa cazatesoros norteamericana “Odissey Marine Exploration”, descubrió en aguas internacionales del Golfo de Cádiz los restos de la fragata Mercedes. Las indagaciones de la empresa norteamericana en el vasto Archivo de Indias de Sevilla (uno de los tres mayores Archivos Históricos del Mundo en el que se custodia la Historia del Imperio español de ultramar, que es lo mismo que decir cinco siglos de Historia de América y parte de Oceanía y de Asia – los otros dos grandes Archivos del mundo son el de Simancas y el del Vaticano -) habían facilitado aquel hallazgo.
El escándalo en España fue mayúsculo, como dos siglos atrás. A pesar de que pintaban bastos, el Gobierno español del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero reaccionó, tarde, pero lo hizo al final (hay que reconocer que hasta bajo el gobierno de un mal y sectario presidente de España, como fue y sigue siendo este personaje, se puede hacer algo bueno).
El tesoro fue rescatado por los norteamericanos sin permiso de España, tras destrozar los restos del naufragio con robots submarinos, restos que, según la Ley Internacional del Mar, se consideraban territorio de Soberanía Española al ser la Mercedes un pecio de su Armada. Por si fuera poco y para mayor humillación de los españoles, el tesoro rescatado fue llevado a Gibraltar, ciudad que sigue cumpliendo su papel de nido de gente poco decente, paraíso fiscal, etc., todo siempre al servicio de su graciosa majestad.
La indignación de algunos en España contra la empresa norteamericana y contra el mismo gobierno español llegó a tal punto que éste dio orden de interceptar y abordar a uno de los barcos de Odissey que tras dejar su carga en el Peñón, trataba de abandonar la colonia británica. Por cierto que el apresamiento fue hecho por la Guardia Civil del Mar. Tras ello, el Gobierno español interpuso una demanda ante un tribunal judicial norteamericano en Tampa, Florida, sede de la Empresa Odissey, de la mano de un famoso bufete de abogados estadounidense.
Tras una larga batalla legal, en la que el informe oficial redactado por el Teniente de Navío Pedro Afán de Ribera en 1805 fue presentado como prueba definitiva de ser aquel un convoy de la Real Armada Española en misión de transporte especial de la Corona, el Tribunal falló a favor de España. La empresa Odissey reclamó ante el Undécimo Tribunal de Apelaciones de Atlanta, pero tras dos años de espera, dicho Tribunal volvió a fallar a favor del Estado Español, con el dictamen favorable añadido del Tribunal Supremo de Estados Unidos.
En todo el proceso judicial fue de capital importancia el apoyo público y oficial de la US NAVY a la demanda de España (desde que en 1898 nuestros marinos se partieran la cara contra ella, en desventaja de 7 a 1 en Cavite y 4 a 1 en Santiago de Cuba, la marina de guerra norteamericana siempre ha mostrado respeto por la Armada Española; y ello a pesar de varias actuaciones lamentables de los gobiernos del señor Zapatero y del señor Sánchez en los últimos años). Igualmente, como no, la imparcialidad de los Tribunales de Justicia norteamericanos prevaleció.
Afortunadamente, en este caso nadie del buenismo en España salió en defensa de los pobres piratas desvalijados por el malvado Estado Español.
Para alguien que se preocupa por la Historia, y para quienes siguen creyendo en la Justicia, aunque sea poética o divina, en momentos de tantas tribulaciones para nuestro país desde el 2004, no dejó de causar satisfacción (al menos para el que esto escribe), haber visto aquel 25 de febrero del 2012, ver llegar a la base aérea de Torrejón de Ardoz, dos aviones hércules del Ejército del Aire español, con 17 toneladas de plata y oro arrancadas del cementerio marino de la fragata Mercedes, y devueltas a España.
Doscientos ocho años después, los marinos españoles del brigadier Bustamante pudieron cumplir, de alguna manera, su misión. Es muy posible que sus almas descansaran finalmente en paz. El Deber se cumplió, y a veces, algunas pocas veces, triunfa la justicia en los Tribunales de Justicia.
Por eso, y al margen ya de patrias y de banderas, mi saludo aquí a los que con sus vidas, en pago final por unos pocos reales de vellón al mes (pobre soldada de los servidores del estado) devolvieron un tesoro a su rey y a su país. Dos siglos después, mi gratitud hacia aquellos marinos, funcionarios del estado, hoy tan denostados en general por algunos tertulianos mediáticos, sin los que no existiría España.
Esta historia que les hemos contado fue adaptada y llevada al comic en la novela gráfica El tesoro del Cisne Negro, de Paco Roca y Guillermo Corral. La misma sirvió de base a la serie de televisión que bajo el título de “La Fortuna”, llevo a la pantalla con “diversa fortuna” el acreditado y laureado cineasta español Alejandro Amenábar.
El último capítulo de la serie televisiva finaliza con un discurso de una autoridad diplomática española al recibir los restos de la fragata Mercedes y los caudales de oro y plata que, más de dos siglos después, regresaban a España dando a fin a una misión que había comenzado en 1804.
“En la historia de cualquier país hay grandes gestas y hazañas, pero también tragedia y sufrimiento.
En España lo sabemos bien. Fuimos amos del mundo hasta que el progreso nos dejó atrás y dio paso a otro orden de fuerzas. Otros imperios. Siempre ha sido así. Es el curso de la historia.
Por eso, para nuestro Pueblo es importante mirar atrás.
Indagar en nuestra memoria e intentar comprender quiénes fuimos y quiénes queríamos ser”.
Arsenio García Fuertes
Doctor en Historia
Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
Cabo 2º Operador Teletipista de la Armada Española, 2º del 92.
Felicidades Arsenio, más como esto quiero leer.
Un abrazo.
En la Fragata Infanta Mercedes , falleció como tripulante el alférez piloto , Ramón Vallarino Bouza , hermanastro del alférez piloto también Juan Bautista Vallarino Delfino , bisabuelo de mi tatarabuelo el teniente general de la Armada Baltasar Vallarino Lamero Valderrama , mis ascendientes
Siempre gratifica el alma y nutre la mente beneficiarse de la lectura de un tan reconocido y valorado historiador como el Dr Garcia Fuertes.
Felicitaciones a Astorga que tiene un embajador internacional de esa talla!
Gracias al periodico por estos regalos!!
Y ambas -felicitaciones y gracias- al autor!!