En el “Diario de a bordo” de Cristóbal Colón (mejor dicho en la copia conservada del mismo) hay una serie de referencias a un problema con el que se enfrentó Colón y su tripulación en el primer viaja a América. Se comprobó que el norte señalado por la brújula (aguja de marear), no coincidía con el señalado por la estrella Polar. Dada la vital importancia de conocer el Norte, esta situación infundió un lógico temor a la tripulación. Cristóbal Colón argumentando que la que decía la verdad era la brújula ya que la estrella Polar y como todas las demás tenía un giro en torno al “norte verdadero”, trató de disipar el miedo.
El célebre navegante dijo una verdad a medias. En 1492 es posible que desde España o desde la Península Ibérica y su entorno y al menos aparentemente, el norte señalado por una brújula coincidiese con el señalado por la Polar y también con el Polo Norte Geográfico (NG), que es el que podemos considerar el verdadero. Sin embargo, la situación era más complicada. Ni ahora ni entonces había una coincidencia entre los tres nortes señalados.
El norte señalado por la brújula, no coincidía tampoco con el NG, pese a lo dicho por el célebre navegante. Por otra parte Norte Geográfico tampoco coincidía con el norte señalado por la Estrella Polar. Estimo que había una diferencia de unos 8º. No obstante es posible que estos dos últimos desde España pareciesen totalmente juntos.
Hay que tener en cuenta que aunque el Polo Norte Magnético, nunca debió coincidir exactamente con el Norte Geográfico (N.G), desde ciertas partes de la superficie terrestre y en ciertas épocas ambos se ven en la misma dirección. Las agujas de las brújulas deben orientarse más o menos paralelas a las que podemos llamar “líneas de fuerza” del campo magnético. Pero estas líneas y a diferencia de lo que ocurre con los paralelos o los meridianos geográficos, tiene un trazado más tortuoso. La consecuencia final es que entre el norte que señala una brújula y el N.G. hay por norma general una diferencia, un ángulo , denominado declinación magnética. En 1492 desde la P. Ibérica , la declinación citada parece evidente que no se percibía. Quizá es que entonces era prácticamente nula.
En Internet se puede localizar una recreación (A. Jakson, A.R.T. Jonkers y M.R. Walker) de la fluctuación de la declinación a lo largo de varios siglos (XVII a XX) . A través de la misma se perciben nítidamente tres circunstancias: una que la posición los polos magnéticos en ese periodo de tiempo no ha cambiado mucho. Otra que en ese período nunca han coincidido con los polos geográficos y otra que pese a lo señalado la declinación ha estado variando mucho para una misma zona a lo largo del tiempo. En el caso concreto de la Península Ibérica de 0º a menos 20º. En un momento dado en cada parte del Mundo la declinación es distinta.
Las isógonas son líneas en las que la declinación magnética es la misma. Al señalarlas sobre mapas, tienen un trazado más o menos tortuoso, como ya he señalado, que es más acusado a medida que consideramos extensiones de terreno cada vez más grandes. Además cambian de posición con el tiempo.
Estos detalles obviamente los desconocía Colon. No obstante la diferencia entre el norte señalado por la Polar y el norte geográfico (que era notable) si se podría haber detectado quizá si se hubiesen realizado cuidadas observaciones. El NG se puede y se podía ya entonces, determinar por las sombras. Cuando estas alcanzan la longitud mínima en una superficie horizontal apuntan justamente el NG. El problema es que el punto donde la sombra es mínima e incluso en modernos y extensos cuadrantes solares (como los de Castropodame y Bembibre por ejemplo), no es tan sencillo de determinar a simple vista y por ello una diferencia de 8º entre el NG y en norte de la Polar debió pasar inadvertida hasta para el mismo Colón. La diferencia entre el NG y el norte señalado por la Polar, se define hoy en día como el complemento de la declinación de la Polar.
MAS NORTES
Hoy día son muchas las personas que hablan de coordenadas como si fuesen lechugas o garbanzos. Sin embargo no son tantas las que conocen a fondo su manejo y significado. La ubicación en el espacio de la dirección norte-sur es esencial para determinar las coordenadas de un punto. Ya hemos visto que hay tres digamos nortes históricos, conocidos desde los tiempos de C. Colón. Pero el asunto es mucho más complicado.
En los colegios y desde hace años se enseña que existen las llamadas coordenadas geográficas. Se expresan con medidas de ángulos ya que la Tierra es a muchos efectos prácticos una esfera. Pero a veces resulta más sencillo utilizar no medidas de ángulos, si no medidas lineales como los metros o los kilómetros para señalar la posición de un punto. Dicho de otro modo se considera la superficie terrestre como si fuere plana, lo que en extensiones cortas (superficie de una ciudad por ejemplo) puede ser admisible a efectos prácticos. Ello implica la formación de sistemas de coordenadas que se expresan en metros o kilómetros, pero que al ser realmente la superficie terrestre una superficie no plana, son en realidad proyecciones sobre un plano ( mapa de papel por ejemplo) de superficies que tienen una cierta curvatura. Uno de estos sistemas de coordenadas es el llamado Lambert, que se utilizaba en mapas que publicaba el Instituto Geográfico Nacional de la primera mitad del siglo XX. En aquellos antiguos mapas del IGN, el meridiano de referencia utilizado era una que pasa por Madrid. En aquellos tiempos cada país debía tender a adoptar unas coordenadas propias. No obstante en algunos de los planos del IGN, las coordenadas no está claro que sean Lambert.
Debido al hecho de que las coordenadas señaladas eran realmente resultado de lo que se llama una proyección de la superficie terrestre, se producía una “curiosa” circunstancia y es que en esas proyecciones el norte (norte de las cuadrículas), no coincide por lo general con el NG. La diferencia se llama en ese caso convergencia. Otro problemilla más. No es el único. Cuando hace años yo empecé a trabajar en la mimería de carbón del Bierzo, se utilizaban unas coordenadas que ni eran geográficas, ni eran Lambert. El norte de aquellas coordenadas debía ser el NG, pero debería comprobarlo…si es que tengo datos aún para hacerlo. Es posible que en aquella época cada mina o cada grupo de minas utilizase su propio sistema de coordenadas, lo que suponía un grave impedimento para relacionar unas labores con las de las minas vecinas
Pasado un tiempo y con buen criterio y creo que por iniciativa de un profesor de la Universidad de León (D. Luis Fernández Fernández), se trató de que todas las minas utilizasen las mismas coordenadas. Se adoptaron las llamadas UTM (Datum Europeo ó ED-50). Entonces en los gabinetes topográficos de las minas hubo que hallar la equivalencia entre las coordenadas UTM y las coordenadas propias de cada mina. De esto tengo aún algún apunte, me parece. Claro que las coordenadas UTM se podían referir al huso 29 ó al 30 en la zona del Bierzo, ya que la confluencia (6º longitud oeste respecto al meridiano de Greenwich) entre el huso 29 y el 30 se produce en la zona de La Cepeda, entre los pueblos de Villarmeriel y San Feliz de las Lavanderas. Las diferencias entre las coordenadas referidas a un huso o al otro son enormes. Por tanto era (y es) inexcusable señalar en que huso topográfico estaban calculadas. Este sistema de coordenadas estaba diseñado pensando en el continente Europeo, de ahí el nombre del “Datum Europeo”.
Aquí no quedo todo. Resulta que con posterioridad a los años 90 (aproximadamente) del pasado siglo, se comenzaron a utilizar coordenadas UTM, pero en datum que no es el llamado ED-50. Así aparecieron las coordenadas UTM, pero denominadas WGS84 y también las llamadas ETRS89. Por si no hubiese suficiente confusión resulta que en uno de los últimos sistemas de coordenadas utilizados (el ETRS89), el que siempre había sido meridiano cero o meridiano de referencia o punto de partida para longitudes a nivel internacional, el célebre Meridiano de Greenwich, ya tampoco es el origen de longitudes. Como dice el refrán popular: “éramos muchos y …”. En definitiva un verdadero caos. Por ello cuando sea preciso citar a las coordenadas hay que “afinar la puntería” y tomar las debidas precauciones. A título de simple ejemplo baste citar que entre las coordenadas en ED-50 y en ETRS89 hay diferencias en la posición de un punto de ¡¡ varias decenas de metros !!. La repercusión que esto puede tener para situar una finca, por ejemplo, es para “morirse de risa”.
En la actualidad y en un mundo cada vez más intercomunicado, hay sistemas de coordenadas a nivel mundial, pero ello no ha de ser obstáculo para realizar sistemas de coordenadas a nivel local. Si hay un conjunto de fincas la idea de formar un sistema de referencia propio, para situar con rigor suficiente las esquinas de todas y cada una de las fincas, puede ser una buena idea. El Catastro de fincas rústicas de los años 50 y al menos en lo que yo conozco (zona del Bierzo), no tenía un sistema de coordenadas específico y entonces los accidentes del terreno (cruces de caminos esencialmente) se debían utilizar a modo de sistemas de coordenadas. No había otra opción. Esta forma de proceder tenía unos márgenes de indeterminación que hay que analizar con detalle, pero este es ya otro tema que no toca ahora abordar.
Por último y como simple curiosidad y por si alguien se acuerda de ese método, que se nos enseñaban de niños, consistente en hallar la dirección N-S por medio de un reloj de pulsera analógico; aclaro que es un método correcto, pero eso si sólo muy, muy aproximado. Hace algunos años me ocupé un poco del asunto y quizá me dida cualquier día a volver a “hincarle el diente”.
Bembibre, 17 de diciembre de 2024
Rogelio Meléndez Tercero