Ciudadanos o el efecto azucarillo

La coordinadora regional de Ciudadanos, Gemma Villarroel, sopesa presentarse con la nueva marca: Zamora Ya, para unir fuerzas con el escapista y presidente de la Diputación zamorana Francisco José Requejo. Asistimos pues, a un nuevo capítulo de la paulatina desaparición del partido político que aspiraba al centro liberal español y se quedará en nada si nadie lo remedia. Esperemos que Inés Arrimadas, la cabeza más visible a nivel nacional, obtenga acta de diputada al Congreso y al menos, como Igea en las Cortes de Castilla y León, pululará por sus pasillos y tendrá sus momentos de gloria en los turnos de atril correspondientes.

Más que la “naranja mecánica” de Alberto Rivera, Ciudadanos vive horas de parecer naranjas exprimidas hasta el último día de legislatura. El centro político español, la gran clase media, está desapareciendo engullida por dos corrientes de pensamiento y vida enfrentados eternamente durante siglos en el panorama español contemporáneo. Hace siglos fueron isabelinos y carlistas, luego liberales y conservadores, más tarde, trabajadores y burgueses…y así hasta la socialdemocracia y el centroderecha. Lo demás, apéndices que desequilibran una difícil balanza en la que el juego democrático le ha dado la posibilidad del chantaje a cambio de cuadrar la aritmética parlamentaria a todos los niveles. El centro, el centro…

Adolfo Suárez, una vez traicionado y echado de Moncloa, creyó tener imagen y predicamento suficiente para representar ese pensamiento social de los que no se encuadran a la derecha, ni a la izquierda. Nació el CDS, Centro Democrático y Social. Pero fue una quimera fugaz engullida en la soberbia refundación del Partido Popular de José María Aznar, ya saben, Partido Democrático Popular, Unión Liberal y Alianza Popular refundidos en el Partido Popular actual.

El centro no existe, es una fe, una quimera inmaterial que sueña con ser la clase social mayoritaria en un país moderno y democrático europeo. Pero el espacio está ya todo ocupado, de las grandes coaliciones pasamos al populismo y desintegración del discurso político radical fragmentado en dos corrientes cada vez más soeces, gritonas y en lucha sin cuartel. Como en los países en vías de desarrollo, corremos el peligro de romper también el equilibrio de las clases sociales, esto es, ricos más ricos y pobres más pobres, y con ello, destruir una España de justicia social que construyeron con denuedo nuestros padres y abuelos.

ABC