Cine

Una ciudad con festival cinematográfico de prestigio no puede estar huérfana de salas de exhibición. Astorga tiene lo primero y está a punto de quedarse sin lo segundo. Un certamen de cortos, con el buenísimo catálogo a concurso de la última edición, conmemorativa del XXV aniversario, se ha solapado con el sarcasmo de que, echado el telón de la muestra, cerraba el único cine que quedaba en pie de los gloriosos vestigios del séptimo arte en esta urbe.

Cinco fueron los cines que dieron esplendor a una Astorga que hizo de la fábrica de sueños, una válvula de escape a tiempos en que estaba prohibido, como tantas cosas, soñar. Citarlos es reiteración, pero no me reprimo; por orden alfabético: Astúric , Capitol, Gullón, Tagarro y Velasco,  una concatenación leída como la delantera de campeón futbolero de la Copa de Europa. Solo quedó en pié el último, de esta nómina poco convencional, el Velasco, que nos anuncia su segunda muerte. Que haya también el mismo ordinal de resurrección, si no en esa identidad, en otra.

Por historia y por presente, Astorga no puede quedar en la orfandad de salas de exhibición. Atentos al matiz, salas, no cines, que también. Su festival de cortos se ha ganado una merecida reputación en trabajos y presencias de cineastas, y el futuro del certamen estará estrechamente vinculado a la proyección regular de películas y ciclos temáticos. Es la cantera inexcusable del glamur de las alfombras rojas.

Y, además, no es cuestión exclusiva de una pantalla grande o una platea. Astorga está en deuda con el cine, como arte y como ocio, más que como comercio. Está ciudad se puso en el mapa con una estadística de los sesenta del siglo XX que, según me comentó gente experta, situó a la augusta, como la primera ciudad española en número de cines por habitante y la cuarta de Europa. Esta vertiente de la inquietud cultural de aquí no puede quedar en el olvido de lo muerto. Si no vuelve el cine, anclemos el cine aquí: una calle, una plaza, una estatua o un monumento. En definitiva, la huella de una grandeza que permita seguir degustando la golosina que es un cortometraje, la condensación de creaciones de la inspiración en tarro pequeño. Como cantaba Luis Eduardo Aute, ¡¡más cine, por favor!!

ÁNGEL ALONSO