Cien años de nuestro (querido) acuartelamiento

Debo confesar que soy uno de los muchos astorganos que se ha sentido muy orgulloso y satisfecho por la reciente concesión de la Medalla de Oro de nuestra Cámara de Comercio a lo que ahora se llama Mando de Artillería de Campaña y que, los ya que pintamos canas y años, seguimos denominando Acuartelamiento de Santocildes. Creo que hay que felicitar al presidente de la institución cameral, Juan José Alonso, y a todos los demás miembros por esta iniciativa que, además de acertada, es muy valiente porque va en contra de esos vientos idiotas – y dominantes- del antimilitarismo militante.

Es sabido que los sectarios suelen ser personas de ideas petrificadas y antiguas, que no acostumbran a revisar, con el paso del tiempo, unas veces por pereza, otras por incapacidad intelectual y otras porque la dócil militancia al partido impide cualquier análisis de la realidad que se aleje de los dogmas de fe de la organización. Así, muchos de esos antimilitaristas de salón siguen analizando y descalificando cualquier cosa que tenga que ver con el Ejercito, con perjuicios trasnochados, que nada tienen que ver con la realidad actual de la institución.

Desde una perspectiva amplia, nada más hay que recordar el importante papel que están jugando nuestras Fuerzas Armadas en varias misiones internacionales, no con fines belicistas sino todo lo contrario, destacando en muchas ocasiones el carácter humanitario de las actuaciones que llevan a cabo fuera del territorio nacional. Y que conste que si nuestros soldados no están presentes en más escenarios internacionales no es por decisión de sus mandos sino por la cambiante, confusa y, a veces, cobarde política de Defensa que practica el Gobierno, no tanto por razones estratégicas, como por las limitaciones que les imponen sus radicales socios de legislatura.

Pero si cerramos el objetivo y centramos la mirada en nuestra realidad más próxima podemos comprobar lo importante que ha sido para Astorga su acuartelamiento y también, el campo de tiro del Teleno, que ahora también está recibiendo el azote y el acoso de algunos grupos ecologistas que dedican más tiempo a la pintada que al pensamiento.

Como es sabido, Astorga, desde hace años, ha venido perdiendo pulsos e impulsos económicos y empresariales, circunstancia ésta que ha obligado a muchos de sus jóvenes a tener que buscar su futuro y su horizonte profesional en la emigración. ¿Se imaginan lo que hubiera sucedido si a esa decadencia empresarial se hubiera sumado el cierre del acuartelamiento y la pérdida de sus 300 empleos?  Hasta lo más furibundos críticos tienen que reconocer que la presencia de esta instalación genera una actividad económica de indudable relevancia, que, insisto, no es desechable en una ciudad en la que no sobran precisamente posibilidades de negocio.

Y esto mismo se puede hacer extensivo al campo de tiro, cuya existencia también genera una serie de beneficios que, por evidentes, no es necesario reflejar en estas líneas. Naturalmente, no estoy -ni mucho menos- defendiendo la impunidad de los militares ante los problemas medioambientales que puedan generar algunas de sus acciones, en momentos puntuales. Pero si creo que lo que hay que hacer es saber exigir la reparación de daños cuando éstos se produzcan, acudiendo a la razón y al rigor, no a la algarada o la irresponsable petición de clausura del campo de tiro, por cierto, que ha sido reiteradamente rechazada por cualificados responsables públicos socialistas.

Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de hablar con un militar que en un tiempo fue el máximo responsable del campo del Teleno. Y, entre otras muchas cosas, me ilustró sobre las negativas consecuencias que tendría su cierre, sobre todo para Astorga, y la incapacidad de gran parte de los alcaldes de los pueblos de la zona que en su día no supieron, ni negociar ni obtener de los responsables de Defensa todos los beneficios que podían haber conseguido para sus pueblos.

Es cierto que se registraron importantes inversiones en aquel momento, en todos los pueblos afectados por el campo de tiro, pero no es menos verdad que es mucho más lo que se podría haber logrado si los munícipes, en lugar del dedo, hubiera sabido ver la luna, valga la expresión popular.

Y, como estamos de gozoso cumpleaños, me van a permitir que termine recordando el apoyo que prestó mi abuelo, Nicesio Fidalgo, a través del periódico que dirigía,` La Luz de Astorga´, cuando se planteó su construcción en 1924.  Precisamente, el 20 de noviembre de ese año, Nicesio Fidalgo escribió una carta al Capitán General de Galicia, Bernardo Alvarez del Manzano y Mendez Valdés, reconociendo la importancia del acontecimiento y pidiéndole una colaboración para incluirla en el número extraordinario que iba a publicar su periódico, con motivo de la llegada de la fuerza.

Pues eso, feliz cumpleaños y mi reconocimiento a los que se siguen esforzando por el presente y, sobre todo,  por el futuro, con una importante inversión, de la que se puede considerar como la primera empresa de Astorga.

 

Ángel María Fidalgo