Puede presumir León de dos catedrales en la provincia. La de la capital, una joya universal del gótico más puro y unas vidrieras que hacen artista a la luz solar. En manuales de arte certifica reconocimientos con el sobrenombre de pulchra leonina. La de Astorga propone ejemplo de sobriedad y sucesión de remiendos en los estilos que abarcaron los tres siglos, del XV al XVIII, que llevó la construcción. Nuestro paisano Julio Llamazares la ensalza en su típico lenguaje de parcas palabras: sencilla, sin grandes torres ni aditamentos, pero que crea una gran belleza alrededor de su vieja fábrica.
Hermanas en dos encantos diferentes. La capitalina es lindura abrumadora. La maragata es atractivo de lo oculto que se va descubriendo. Es templo de intimidades, virgen todavía a los asaltos del turismo plagado de murmullos estridentes, flases cegadores y selfis de rostros sin identidad. Tiene suelo de madera que delata las pisadas de la fe. Es casa de oración. Bendito sea el silencio y la penumbra bien medida para debatir a solas con la conciencia.
Humildad no reñida, ni mucho menos, con grandezas estéticas por dentro y por fuera. Apabullante el retablo de Gaspar Becerra; deja sin palabras y aturde en el vértigo a contracorriente de mirar hacia arriba. Misterioso, por inaccesible, el coro, que, sin embargo, deleita la obligada vista lejana con el enrejado de Lázaro de Azcaín. Y tallas, quizás alejadas de una pulcritud de manual, pero ornamentadas en la devoción de los gentiles.
La catedral astorgana realza coquetería en las afueras. Es belleza sin maquillaje. Se permite la extravagancia de dos torres a distinto color. Un parpadeo que busca preguntas y que tiene que encontrar respuestas mágicas en medias verdades para consolidar el flechazo. Igual que las que rodean la figura pétrea del maragato Pedro Mato, en todo lo alto, y a quien se adivina contertulio imaginario de Zancuda y Colasa, en las otras alturas egregias del ayuntamiento. Visible desde los cuatro puntos cardinales, esta catedral es periscopio de ciudad bimilenaria.
ÁNGEL ALONSO