Castilla y León: firmeza frente al separatismo

En una época donde el ruido político muchas veces silencia los valores esenciales, la Junta de Castilla y León se alza como un bastión de estabilidad, serenidad y sentido común. Frente al oleaje independentista que amenaza con fragmentar la unidad nacional, Castilla y León permanece en pie, con la templanza del encinar milenario y la dignidad de sus ciudades de piedra.

No es un capricho del azar. Esta comunidad autónoma, crisol de historia y cuna del parlamentarismo, no necesita levantar la voz para demostrar su importancia. Mientras algunas regiones claman por una identidad excluyente, Castilla y León ejerce la suya sin estridencias, aferrada a un legado que no se construyó desde la ruptura, sino desde la integración. Comunidad de dos regiones, cuna de Viriato, de Guzmán el bueno, del Cid campeador… La Junta, nuestra “yunta”,  lejos de alimentar enfrentamientos, ha apostado por una convivencia leal al Estado, por un modelo de autonomía que no pretende desgarrar la nación, sino fortalecerla.

Se acusa con frecuencia a Castilla y León de ser una tierra callada, servil, pero confundir serenidad con pasividad es un error que revela poco conocimiento. Aquí se gobierna con la mirada puesta en el interés general, no en el cálculo electoralista de agraviar a los demás para obtener ventajas. Mientras otras comunidades proclaman agravios históricos y esgrimen privilegios fiscales como armas políticas, Castilla y León trabaja en silencio por la cohesión, entendiendo que la verdadera autonomía no se construye desde la desobediencia, sino desde la responsabilidad compartida.

La Junta ha sabido defender los intereses de su gente sin desmarcarse del bien común. Ha exigido equidad en la financiación, inversión en infraestructuras y atención a la despoblación, sin recurrir al chantaje ni al victimismo. Esa coherencia, esa ética política, contrasta con el ruido tribal de quienes ven en la nación un proyecto vencido en lugar de un hogar compartido.

En tiempos en los que algunas regiones juegan con fuego identitario, Castilla y León ofrece una lección de cordura. Los castellanos y leoneses no buscamos privilegios, sino respeto. No demandamos ruptura, sino reconocimiento. Y en ese equilibrio, sereno pero firme, reside su mayor fortaleza: ser un pilar silencioso, pero indispensable, en la arquitectura de España.

La unidad no es cadena que aprieta, sino raíz que nutre. Castilla y León lo sabe y su gobierno lo defiende.

ABC

 

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