En el deporte, cantera es palabra harto significativa. Condensa el futuro de los clubes. Los chavales, como proclaman ufanas las aficiones. Por eso la miman como el aval de la supervivencia que transmite. Se hace difícil entender cómo este concepto no tiene predicamento alguno en los estamentos políticos que la maltratan por obra y omisión con el más injusto de los olvidos y el nulo interés por su cuidado. Es probable que ello sea debido a que en ese colectivo de promesas esté la bolsa más numerosa de ciudadanos no votantes.
Los políticos de este país se han obcecado en el adoctrinamiento. Formar y enseñar han derivado a una pedagogía rápida y fácil, según señala el maestro Nuccio Ordine. El alumnado español es prisionero de la etapa de cantera de estos dirigentes, en la que los fallos detectados de urbanidad, convivencia y cultura ya asomaban con alarmismo. Hoy se evidencian en su ágora más visible, el parlamento, con las crecientes y continuas descalificaciones individuales y colectivas. Polarización, la palabra más representativa de 2023, ejerce de ariete contra las conciencias.
No se puede creer que con cuarenta y cinco años de Constitución (democracia formal) a las espaldas, los políticos españoles hayan sido incapaces de consensuar un pacto nacional por la educación. Bien al contrario, cada sucesiva gobernación de partido ha traído su propia legislación al respecto para volvernos locos todos: hijos, padres y maestros. Ahí está el papel de España en los test internacionales sobre calidad de la educación desde hace años.
Obviar la didáctica en el cuidado y mimo de la colectividad destinada a gestionar el futuro es ignorancia sin atenuantes. Ellos ponen el único empeño en amaestrar a niños, adolescentes y jóvenes, conforme a sus postulados de última hora. El camino más corto para crear redes clientelares de voto en el futuro. Si lo sabrán ellos, los de ahora, que ya han hecho ese trayecto. Enseñar a aprender los valores perennes de la cultura y la urbanidad fortalece la cantera nacional.
Los que han resistido a este sindiós son hoy carne estadística de la más triste mercancía exportada: el talento. En 2022, más 420.000 jóvenes de alta cualificación profesional, se han visto obligados a desempeñar su aprendizaje en el extranjero. Sublime paradoja en un país lleno de oráculos de los negocios, que dejan escapar lo mejor de la inversión pública y privada obligada a presencia o retorno en suelo patrio.
ÁNGEL ALONSO
Bien reflexionado, bien desarrollado y escrito con la sencillez de un maestro. Así, sencillamente es como escriben los grandes.