El pavoroso incendio de un bloque de viviendas en Valencia recobra la épica de un colectivo que atiza en todas las capas sociales la admiración y el reconocimiento de virtudes incontestables. Si buscamos el referente visual de la abnegación, aparecen ellos; si sondeamos en el valor físico y el altruismo, no busquen más, protagonistas de un monólogo de soberbias cualidades.
Bomberos es un sustantivo de oficio para la eternidad. La heroicidad sin medallas de la rutina. Contagian la tranquilidad con la sencillez de estar. Actuar y ser son la cumbre de actitudes y aptitudes. Un insuperable compendio entre la individualidad y el equipo. En grupo son la fuerza imparable de la unión en pos de salvar vidas. En la unidad son los titanes, escalera arriba y manguera en mano, combatiendo a la hidra de Lerna del fuego indómito.
Estos hombres y mujeres, con pleno derecho a una mitología moderna, se baten también, pie a tierra, contra la destrucción de las catástrofes naturales. Acuden a todas y en todas partes. Son la avanzadilla del consuelo para las víctimas. Nunca dejan de portar la esperanza de un hálito de vida en el macabro escenario de la desolación.
Encandila hasta su aparataje. Los camiones, antaño tintineantes de las campanas del auxilio, y hoy, con la acústica del ulular de sirenas, suenan a la gloria cinematográfica de la trompeta del séptimo de caballería. Héroes sin tacha para los niños, boquiabiertos a su paso en misión o en rutina. Un público al que es imposible dársela con queso cuando olfatean a los buenos.
En las distancias cortas, como personas de la calle, he encontrado en ellos la figura de la bondad humana en sublimación. No ha habido excepciones. Vienen de fábrica con las calidades de dar sin pedir, de servir sin servirse, de tomarse la heroica de sus misiones como un trabajo vocacional. Me acabo de enterar de que han salvado a un caballo atrapado en una inundación. Si nuestros políticos mimetizaran estas cualidades, no habríamos sido expulsados del Edén.
Sé que hay ciudades que han dedicado monumentos, avenidas, plazas o calles a los bomberos. No merecen menos. No debe faltar ninguna. Son nuestra más perfecta y admirada organización civil. Se adscriben a nuestra administración más próxima: el municipio, o cuando no, la comunidad autónoma o la diputación. Están cerca. Las sedes, los parques, son lugares visibles y de puertas abiertas. Ven y son vistos.
ÁNGEL ALONSO
Un artículo precioso con el que estoy completamente de acuerdo. El Cuerpo de Bomberos, formado por hombres y mujeres que siempre lo dan todo para salvar vidas.
Los has descrito tal cual y son vistos por los ciudadanos. Ya podían los políticos como dices tomar ejemplo, que los ciudadanos confiaramos en ellos como en los bomberos. Todo un respeto para el cuerpo y homenajes en todas las poblaciones. Sí no existe día del bombero habría que inventarlo. Un fuerte abrazo felicidades Ángel