Conozco Laciana sólo ligeramente, más concretamente, Villablino, pues vengo desempeñando mi trabajo aquí desde hace varios años en eso que algunos conocen como Ponfeblino y que servidor prefiere llamar “el ferrocarril”.
Vivir durante largas temporadas entre lacianiegos me ha permitido hacerme un poco con el carácter del Valle y en alguno de los ratos de asueto, confraternizar y compartir unos vinos con nuevos amigos y con parroquianos habituales en alguno de los bares o cafeterías del lugar.
Aunque ya peino canas, no he dejado nunca de sentirme joven por dentro, aunque por fuera el paso del tiempo nos gaste bromas de mal gusto, pero he de confesar que en más ocasiones de las que quisiera me he permitido mirar con condescendencia a la juventud en general, olvidando la máxima incuestionable de que todos sin excepción lo hemos sido.
Muchas veces, olvidamos esto y en nuestra vida de adultos nos dedicamos a dar lecciones y pontificar sobre las cosas que conocemos en profundidad…y en el caso de algunos personajes, de cosas de las que no tienen la más remota idea. Miramos, pues, a los jóvenes que crecen y luchan por salir adelante con ojos de indiferencia complaciente y pocas veces nos detenemos a observar con detalle su comportamiento y por tanto , en conocer cómo son.
Las redes sociales y los medios de comunicación suelen hablar de los jóvenes casi siempre para cosas negativas y ese es el craso error. Por supuesto que hay elementos a los que más vale no tocarlos ni con un palito, pero, por suerte, no son la generalidad, más bien la gran minoría.
He tenido ganas de coger el teclado y escribir esto porque hace una par de semanas, un sábado tarde me encontraba en uno de esos bares acogedores de Villablino y ya casi me disponía a marchar a casa después de un día trabajado, dispuesto a cenar algo ligero y a reparar fuerzas hasta el día siguiente. En ese momento entraron un grupo nutrido de chicos y chicas que empezaban su tarde-noche de diversión, después de una semana lectiva y pensé (nuevamente habló el “carca”) “se acabó la paz, ahora no habrá quien esté tranquilo..”. ¿Qué gran error! Aquel grupo de chavales disfrutaron de la compañía de unos y otros en un ambiente jovial y enormemente responsable y respetuoso, pedían en la barra y a la vez ansiosos por pagar sus consumiciones, recogían los vasos de sus mesas y todo bajo la mirada amable del patrón quien me confesaba con no cierto orgullo: “son gente maravillosa, nunca me faltó un solo euro ni tuve el menor problema con ellos”. Yo, en una esquina de la barra, miraba y admiraba, reía y casi me movía imperceptiblemente al son de la música que ellos escogían. Me sentí casi joven de nuevo y sobre todo, tranquilizado enormemente porque en un Valle tan castigado como este, unos jóvenes que luchan por ser algo en la vida me dieron una lección de vida e infundieron renovadas esperanzas en la juventud.
Esta juventud merece la pena y por ella hemos de esforzarnos en luchar por el futuro de este Territorio maravilloso, hacer que tengan esperanzas, ganas de quedarse y oportunidades para hacerlo. Dentro de las dificultades de los proyectos que existen en el Valle, el acicate de esta juventud allana algo las dificultades para un emprendedor como el que esto escribe. Quien sabe, quizá alguno de ellos acabe siendo ferroviario. ¡Bendita Juventud!
Manuel Ramos
Director Gerente
ARMF Mantenimiento y Proyectos Ferroviarios