Aún hay Jueces en Berlín

“Hace más daño a la Justicia un mal Juez que cien delincuentes”

Francisco de Quevedo y Villegas

Hace años leí una historia sucedida en el viejo Reino de Prusia, estado matriz de la actual Alemania (como Castilla lo fue de España o Inglaterra del Reino Unido). Cuentan que todo sucedió durante el reinado de Federico II (1740 – 1786). Este príncipe alemán, un hombre sensible y amante de las artes y de la música en su juventud, maltratado por su brutal padre Federico Guillermo I (el Rey Sargento), fue uno de los máximos representantes del Despotismo Ilustrado junto con Catalina II de Rusia y el gran Carlos III de España. Monarca homosexual que murió sin hijos (aun habiendo sido obligado a contraer matrimonio con Isabel Cristina de Brunswick-Bevern), Federico II al llegar al trono demostró ser uno de los más grandes monarcas que tuvo Europa hasta el extremo de recibir, incluso por sus enemigos, el apelativo de el “Grande” con el que pasó a la historia de Europa (y eso que era delgado y de muy corta estatura – señal decía su Pueblo de que un gran espíritu puede habitar en un pequeño cuerpo -). El genio político, administrativo y militar de Federico II, junto con la fe en sí mismo, le hicieron convertir el pequeño Reino de Prusia en un gran Estado y en la cuna, y madre, de la futura Alemania.

El Rey Federico y el humilde molinero

 

Cuenta la historia que el Rey Federico II, a pesar de ser un monarca absoluto, se esforzó en crear un estado eficiente y al servicio de su Pueblo (“Todo para el Pueblo pero sin el Pueblo”), dotado con funcionarios y jueces honrados que, aun antes de servir al Rey, debían obediencia a las Leyes, al Bien Común de sus habitantes y a la futura grandeza de su Patria y de su Estado, Prusia.

Así, nos relata la historia que, tras hacer construir Federico en Postdam, cerca de Berlín, el nuevo y flamante Palacio de Sanssouci, el monarca se encontró en una de sus visitas que al lado del mismo pervivía un antiguo y caduco molino, única posesión de un humilde molinero que lo habitaba y era el sustento de su familia. El rey arrugó el entrecejo; además de viejo y de afear la vista de su palacio, el molino al funcionar producía un quejumbroso y sonoro ruido que llegaba hasta las estancias del palacio.

Palacio de Sanssouci con el viejo molino

 

Cuentan que Federico II como buen monarca absoluto decidió hacer desaparecer el molino, para lo cual envió a uno de sus ministros a hacer las gestiones pertinentes. Al día siguiente el azorado servidor del rey se presentó ante Federico asegurándole que, a pesar de todas las instancias, el humilde molinero, propietario del ingenio y de la finca, se negaba a vender su propiedad ni aunque ello fuera el deseo de su Rey.

El enojado monarca ordenó traer ante así al molinero al que volvió a ofrecer una cantidad mayor de dinero por su propiedad (desde luego no un dineral pues es fama que Federico heredó de su padre el espíritu calvinista del ahorro de los dineros públicos del Estado). Como quiera que el molinero, con el mayor de los respetos y aplomo, volviera a negarse a vender su propiedad dado que la misma era una herencia de su padre y de su abuelo, el rey, ya abiertamente enojado, amenazó a su súbdito con expropiar el molino que le impedía disfrutar plenamente de su flamante nueva residencia.

Con el mayor de los respetos pero también con firmeza y cierto enojo, el humilde molinero le espetó a su Rey:

“Majestad, aún hay Jueces en Berlín”

 

Cuentan que el rey Federico, conquistador de media Europa y vencedor de austríacos, rusos, franceses y suecos se quedó mudo y perplejo. Tras unos instantes, muy breves, de reflexión el monarca se dio cuenta de la gran enseñanza que el molinero le había dado; nadie, ni aún un Rey, ni el más poderoso de los gobernantes están por encima de la Ley que asegura los derechos y la propiedad de un hombre. El mismo Federico II se había asegurado durante años de crear un estado prusiano con unas leyes y unos jueces honrados que las hacían cumplir sin pestañear, aún dando la razón a los humildes frente a todos aquellos que pudieran creerse por encima de la Ley.

Esta historia no es un cuento ni una leyenda, sucedió, y hoy se sigue contando en las escuelas de Alemania a sus niños por sus maestros como símbolo de que la Ley obliga a todos, incluso a los más poderosos.

Federico II el Grande de Prusia

 

La moraleja de la historia es clara: la tutela judicial efectiva nos iguala a todos ante la Ley. La existencia en un país de una instancia judicial independiente y no sometida al poder político, ante el continuo deseo de los poderosos y de los malos gobernantes de hacer desaparecer por la fuerza de su autoridad (que dan los votos en nuestra Democracia) cualquier obstáculo para el pleno logro de sus objetivos políticos, sigue siendo hoy la garantía de que los derechos del débil, de que los derechos de “los demás”, han de ser respetados.

Así debería de ser y de actuar la Justicia, la que nos enseñó hace dos mil años nuestra Madre la antigua Roma, una Justicia defensora de los débiles y fuerte contra los poderosos, los gobernantes, los ricos y los soberbios…

Casi igual que la Justicia española…

Si hoy visitamos el Palacio de Sanssouci, cerca de él, se sigue conservando un viejo molino de viento como símbolo de que en la vieja y sabia Europa la Ley siempre se hizo, en sus mejores épocas, para servir al Hombre y al Estado (en este orden), no para ser infringida desde el poder con fines políticos o con intereses personales.

Así sea.

Arsenio García Fuertes

Doctor en Historia

Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

4 comentarios en “Aún hay Jueces en Berlín

  1. Otra Clase Magistral (MaisterKlass deberiamos decir en honor al Gran Federico II) de nuestro cronista magistral! Gracias y felicitaciones.
    Nunca mas oportuna!…
    (Mientras leia, recordaba las tristes imagenes del tirano comunista venezolano gritando “¡Exprópiese!..”

  2. Bravo !!!
    Solamente deseo que las personas que lean la instructiva historia sepan interpretarla.
    Gracias por su voluntad de comunicar.

  3. Estimado desinformado antonio, enumero: el psoe de gonzález cambió el sistema de elección del CGPJ politizándolo. El pp pide que sean los jueces quienes elijan a los jueces, lo que es una separación de poderes y una despolitización de la justicia, el psoe con su adn dictatorial se niega. El psoe indulta a políticos corruptos aun cuando los tribunales rehusan conceder esos indultos, el psoe va a aprobar una ley de amnistía flagrantemente anticonstitucional para pedir perdón a políticos que malversaron, que hicieron una declaración unilateral de independencia y que organizaron y alentaron unos disturbios que costaron cientos de millones en pérdidas y que de milagro no costaron la vida a nadie. El psoe acumula protestas de las asociaciones de jueces, algunas incluso del sector progresista denunciando la intromisión política en el poder judicial. Un poco menos de cinismo y un poco más de rigor.

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