Astorga y la Mesa por León

En este mes de mayo que acaba de comenzar, parece que los astorganos no vamos a tener que preocuparnos de cuando nos podremos quitar el sayo, porque los tiros van por otra parte. Y es que la cuestión más desasosegante en estos días primaverales no tiene que ver con el tradicional sayo sino con la duda colectiva de si debemos sumarnos o no a los paros y a la gran manifestación del próximo día 12, que han convocado los sindicatos para protestar por el fracaso de la ¡¡¡cuarta!!! mesa por León.

A lo mejor, algunos de ustedes no conocen a fondo el asunto de las mesas por León, sucesivamente convocadas y fracasadas, y por eso me van a permitir unas breves líneas explicativas. Fue en noviembre de 1991, en el incomparable marco (¡toma tópico) del Hostal de San Marcos, cuando los responsables de todas las Administraciones y partidos políticos, junto con los representantes de las organizaciones patronales y sindicales de León se sentaron por primera vez a la mesa con la benemérita, compartida y comprometida intención de hacer realidad una serie de proyectos e inversiones para sacar a la provincia de su situación de atraso y abandono.

La fotografía de aquella primera reunión fue tan imponente como decepcionante su impensado fracaso. De las inversiones prometidas y publicitadas, con grandes alardes, nunca más se supo y la provincia siguió en su estado de postración, lo que hizo que otros iluminados de la política y de la vida económica decidieran coger de nuevo el testigo para formular la conveniencia de convocar la segunda mesa por León, desde el pleno convencimiento de que lo que no habían sabido o querido hacer los pioneros, ellos lo iban a conseguir.

Pero no fue así y por ello, no mucho tiempo después, los medios de comunicación recogían, ya con un cierto mosqueo ciudadano, eso sí, la noticia de la convocatoria de la tercera mesa por León. Parecía que a la tercer iba a ir la vencida, pero ocurrió lo mismo que con las mesas anteriores. El fracaso y la inacción volvieron a hacerse presentes, cosas ambas que, al parecer, también han caracterizado a la cuarta mesa por León, pese a los esfuerzos de Humildad Rodríguez, que es su cabeza más visible y pensante.

Y esta es la razón por la que los sindicatos se quieren echar a la calle, con la publicada oposición del presidente de la Corporación Provincial, que considera la convocatoria de los paros y de la manifestación del próximo día 12 como una injusta y precipitada descalificación de los desvelos de los integrantes de la mentada mesa, aunque no deja de reconocer la ausencia de resultados prácticos. Esta triste realidad ha hecho que, durante los dos años de existencia de la cuarta mesa, la provincia, lejos de enmendar su decadencia, haya seguido perdiendo población, empresas y empleo.

En todo caso, desde Astorga, los sucesivos y repetidos fracasos de las mesas por el desarrollo de León lo tenemos que contemplar con una cierta distancia y, desde luego, con una justificada indiferencia porque, salvo que me traicione la memoria, no recuerdo que en esas mesas se llegara a plantear algún proyecto de inversión que afectase de forma directa o decisiva a nuestros intereses, lo que, dicho sea de paso, tampoco es una novedad.

Históricamente, nuestras aspiraciones se han venido contemplando con una limitada atención dentro del contexto provincial, en unos casos por el centralismo acaparador de la capital de la provincia y, en otros, por la mayor influencia política de los representantes de otras comarcas en la institución provincial. Y esa   misma realidad se ha hecho notar en los sucesivos proyectos presentados en las malogradas mesas, en los que nunca se apreciaron  los efectos directamente beneficiosos para los intereses astorganos.

Así que, teniendo en cuenta los inexistentes resultados positivos de las cuatro mesas y las igualmente insólitas referencias astorganas y/o maragatas en los proyectos de inversión presentados en ellas, creo que los que vivimos, como escribiera Leopoldo Panero, cerca del Teleno, a dos metros de la nieve, vamos a poder centrarnos en lo del sayo, a falta de otras emociones más fuertes.

Ángel María Fidalgo