Hace unos meses hice un notable hallazgo en una tienda de anticuario. Era una pequeña Revista británica de unas doce páginas impresa, y editada en agosto de 1845 en Londres, The Penny Magazine, “La Revista del Penique”.
Lo que me llamó la atención de la publicación es que tenía en la portada nada menos que un reportaje sobre Astorga vista por un viajero británico. El artículo se acompañaba con un precioso, y desconocido, grabado en blanco y negro de la Ciudad vista desde el Crucero de San Justo, allí donde Santo Toribio sacudió sus sandalias.[1]
Investigando pude saber que The Penny Magazine fue una publicación semanal británica ilustrada. La misma se editó desde el 31 de marzo de 1832 hasta el 31 de octubre de 1845 (años en los que la Revista publicó hasta 1.887 artículos ilustrados). Su nombre lo recibió de que la publicación era muy barata, pues apenas costaba un penique (hoy diríamos un euro). El público al que iba dirigida era la clase obrera y la clase media británicas (Gran Bretaña llevaba ya dos generaciones en plena Revolución Industrial) y se publicaba todos los sábados.
Su editor fue Charles Knight, miembro de la “Sociedad para la Difusión del Conocimiento Útil” (Society for the Diffusion of Useful Knowledge), fundada en 1826 por el partido liberal británico Whig. El objetivo de esta Sociedad filantrópica era educar al público lector de las Clases bajas y medias británicas, sobre todo a todas aquellas personas que, aunque supieran leer y escribir, no habían tenido posibilidades de recibir una educación formal en las escasas Escuelas Primarias y Secundarias.
Esta Sociedad trató de impulsar la cultura y la educación, a través de publicaciones sencillas, bien ilustradas y accesibles al gran público, para superar situaciones de pobreza social. Un Comité londinense de notables (vinculado al University College de Londres, y a los “Mechanics’ Institutes”, Escuelas de Formación Profesional para adultos, diríamos hoy) asesoraba y sostenía económicamente a estas publicaciones periódicas.
Durante los primeros años de publicación, The Penny Magazine tuvo un gran éxito en la consecución de muchos lectores, vendiendo más de 200.000 revistas en 1832, con una estimación de casi un millón de lectores en ese año, y superando fácilmente a otras publicaciones periódicas como el Edinburgh Journal y The Saturday Magazine.
Hubo varios factores que contribuyeron a este éxito temprano para The Penny Magazine, su precio barato, su dedicación a la divulgación cultural, alejándose de temas políticos radicales – lo que la hizo ser bien vista por la autoridades – y, sobre todo, el uso constante de numerosas ilustraciones originales. El editor Charles Knight favoreció el uso del nuevo grabado en madera, que era más barato y rápido que el tradicional grabado en acero, para atraer lectores a su publicación.
Los hermosos y elegantes grabados ilustrados que acompañaban a los artículos atraían a muchos curiosos, pues aún en la primera mitad del Siglo XIX más del 75% de los niños británicos en edad escolar eran analfabetos, censándose más de 300.000 menores que nunca habían asistido a una escuela. De igual forma, en 1841 hasta el 30% de los británicos adultos y casi el 50% de las mujeres seguían siendo analfabetos. Por ello, el uso de ilustraciones era capaz de atraer a un público con habilidades de lectura limitadas, al tiempo que permitía la autoeducación.
Precisamente, en el último año de su publicación, en el número 859º del mes de agosto de 1845 (primer año de la Década Moderada del General Narváez en España bajo Isabel II), The Penny Magazine dedicó su portada y artículo principal a la Ciudad española de Astorga. El nombre de la Ciudad no era del todo desconocido para el gran público británico, apenas una generación antes habían acabado las Guerras Napoleónicas en 1815, en Waterloo; miles de soldados británicos habían combatido seis años en la Guerra Peninsular (como los británicos llaman a nuestra Guerra de la Independencia de 1808 a 1814). Muchos niños y jóvenes británicos habían escuchado de boca de sus padres y abuelos, veteranos del duque de Wellington, sus andanzas por España y Portugal; dentro de ellas destacaba la terrible campaña invernal del general Sir John Moore que, desde Astorga, en diciembre de 1808, había logrado poner a su ejército a salvo en La Coruña, nada menos que ante la Grand Armée de Napoleón que en su persecución había llegado hasta Astorga en la tarde del 1 de enero de 1809.
Para la descripción de la Ciudad de Astorga, The Penny Magazine, acudió al relato de primera mano del viajero británico por España, el célebre Richard Ford. Este autor, había publicado recientemente en Inglaterra su obra “Viajes por España (1830-1833)”, obra que se convertiría en un referente para todos los viajeros románticos británicos del Siglo XIX a la Península Ibérica. En su obra Richard Ford, como buen británico y protestante, no deja en muchos pasajes de relatar sus vivencias con la consabida prepotencia y soberbia anglosajona, crítica y desdeñosa a todo lo que fuera español, católico y latino. Aún así, sus relatos no dejan de tener validez etnográfica y, pese a todo, trasluce en su fondo, admiración y cariño por España y por sus habitantes.
Este es su relato sobre la Astorga del segundo tercio del siglo XIX que conoció:
“La Ciudad de Astorga en España no deja de tener algunos puntos de interés para un británico, más allá de todo lo que atañe a las relaciones formales entre las dos naciones. Astorga fue el punto desde el que Sir John Moore inició su retirada a La Coruña, y donde Bonaparte reunió a su Gran Ejército de ochenta mil hombres con la esperanza de arrollarlo. Igualmente, la excelente Colección de libros que perteneció a la gran Biblioteca del Marqués de Astorga, y que se encontraba en su Palacio, en esta Ciudad, ahora forma parte de los fondos de la Biblioteca de Abogados de Edimburgo.[2]
Astorga es una Ciudad Episcopal del Reino de León, situada a media legua de la margen derecha del río Tuerto y a unas treinta millas al oeste-suroeste de la Ciudad de León. Tiene poca población, pero cuenta con cuatro iglesias parroquiales además de la Catedral y uno o dos conventos. Se dice que el retablo de Becerra, mencionado más adelante, costó 3.300 libras.
Del “Manual de España”, del Sr. Ford,[3] recientemente publicado por el Sr. Murray, extraemos (muy ligeramente abreviado) el siguiente relato de Astorga; el más reciente y el mejor que es posible tener; y no podemos aludir a la obra sin decir que es la más completa de información, en cuanto a lugares, modales y costumbres, e historia antigua y moderna, que cualquier otra obra sobre España que conozcamos:
“Astorga -Astúrica Augusta- fue, en tiempos de Plinio una Ciudad Magnífica, ahora es pobre y decadente. El Obispado, fundado en 747 por don Alfonso I el Católico, es dependiente del Arzobispado de Santiago de Compostela; la Ciudad tiene por armas una Rama de Roble, indicativa de fortaleza. Los españoles encuentran en el escritor romano Silio Itálico que Astyr, hijo de Memnon, huyó a España, y lo consideran el fundador de Astúrica.
Ciertamente es una Ciudad muy antigua; las murallas son singularmente curiosas, y hay dos tumbas romanas con inscripciones cerca de la Puerta de Hierro. Vista desde el exterior, la Ciudad tiene un venerable e imponente aspecto, con sus infinitas torres semicirculares, como Coria y Lugo; su visión nos proporciona una idea perfecta de lo que era una Ciudad fortificada romana, de la que quedan tan pocos ejemplares, ya que la mayoría vieron sus murallas destruidas por orden del Rey Visigodo Witiza.
Astorga es considerada como una Ciudad venerable y “Grande”, ya que las Ciudades y Corporaciones españolas tienen un rango personal propio según su historia. Es cabeza del Marquesado de la familia de los Osorio, de cuyo Palacio aún se conservan las ruinas en la Ciudad.
La Catedral gótica se comenzó a construir en 1471, en el lugar de una más antigua; Desde entonces ha sido muy modernizada y “desfigurada” con nuevas construcciones y añadidos; una torre está construida en piedra gris, la otra en piedra roja, estando rematada la primera con un tejado de pizarra, ya que esta torre de piedra gris fue destruida por un terremoto en el año 1765.
El exterior y la entrada de la Catedral son churriguerescos, siendo las naves laterales más bajas que la central. La Reja y la Sillería del Coro son de estilo tudesco, obra de Rodrigo Alemán. Los ridículos tamborileros, las mujeres enojadas y los monstruos que adornan el Órgano contrastan extrañamente con los venerables Santos y Obispos. El Trascoro es muy malo. El Púlpito con sus medallones es más clerical; y el Claustro es moderno.[4]
El enorme Retablo es de Gaspar Becerra, el cual nació en Baeza en 1520, estudió con Miguel Ángel en Italia y fue patrocinado por Felipe II; sus mejores obras se encuentran en Castilla, en el centro de España. Este retablo, finalizado en 1569, fue quizás su obra maestra, y es uno de los más notables de su tipo en la Península, pero lamentablemente ha sido muy repintado…
Astorga, cuando (como suele acontecer) estaba completamente desprovista de defensa, fue asaltada en febrero de 1810 por los franceses al mando del cruel General Loison. Pero el ataque fue noblemente rechazado por el valiente José María Santocildes, con unos pocos soldados.
El General Junot vino después, el 21 de marzo, y amenazó con pasar a cuchillo a toda la Ciudad si no se rendía; y luego, a pesar de los consejos de sus ingenieros, trató precipitadamente de asaltar la Plaza por la Puerta de Hierro, pero fue nuevamente rechazado.
Entonces, Santocildes, abandonado por el cobarde de su superior Mahy (que debía haberle relevado) tras haber gastado sus escasas municiones, tuvo que capitular el 22 de abril, luego de una defensa tan gloriosa como las de Gerona y Ciudad Rodrigo.
Los franceses desmantelaron entonces las obras de fortificación, destruyendo el hermoso Palacio de los Marqueses de Astorga. De este hoy sólo quedan dos torreones y algunos escudos de armas, los cuales se ven mejor desde el jardín de la Casa de la Familia Moreno, en cuyos muros se alojó John Moore en diciembre de 1808.
Astorga es la Capital de La Maragatería, o el País de los Maragatos, que abarca una Comarca de unas cuatro leguas a la redonda. La misma contiene treinta y seis Pueblos, siendo San Román uno de los mejores…
Las danzas de los maragatos son graves y serias, pero así es todo su carácter. A los Maragatos, de rostro honesto y curtido, se les ve con hileras de mulas a lo largo y ancho de toda de la Carretera Real a La Coruña. Generalmente caminan y, como otros arrieros españoles (aunque cantan y maldicen menos), se dedican a dar una incesante lluvia de piedras y golpes a sus machos.
Nunca se ha determinado el origen de los Maragatos. Algunos los consideran un pueblo resto de los antiguos Celtíberos; la mayoría, sin embargo, opina que descienden de alguna caravana beduina que llegó y quedó en Hispania. A todo esto el Capitán Widdrington[5] se opone decididamente: pues sospecha que los Maragatos son de origen visigodo. Es inútil el interrogar a los Maragatos sobre su origen e historia, pues estos ignorantes arrieros son como los gitanos y nada saben.
Arrieros, en todo caso, lo son, y esta palabra, al igual que tantas otras relativas a los oficios y al arte de las caravanas, es árabe, y prueba de dónde derivaron el sistema y la ciencia españoles…
Casi todos los Maragatos son Arrieros, ordinarios o porteadores, y su honradez y laboriosidad son proverbiales. Son un Pueblo tranquilo, grave, seco, natural, como un hombre de negocios. Sus costes son altos, pero la seguridad que dan a sus portes lo compensa, ya que se les puede confiar hasta grandes cantidades de oro. Los Maragatos son los canales de todo el tráfico de mercancías entre Galicia y Castilla, siendo raramente vistos en las Provincias meridionales de España.
Los Maragatos son célebres por sus excelentes bestias de carga; en verdad, las Mulas del Reino de León son famosas, y los Asnos espléndidos y numerosos, especialmente cuanto más nos acercamos a la docta Ciudad Universitaria de Salamanca.
Los Maragatos tienen su origen en los Caminos, son los “Señores del Camino”, siendo los canales de comercio en una tierra donde las mulas y los burros acaparan totalmente los trenes de carga y equipajes. Los Maragatos se saben y se sienten importantes, y son la norma en los Caminos de España, mientras que el “Viajero por mero placer” es la excepción en los Caminos de España. Aunque hay que decir que pocos Arrieros españoles son más “pulidos” que sus propias bestias de carga.
Por muy pintoresca que sea la escena, no es ninguna broma encontrarse con una fila de arrieros y monturas cargadas en un camino estrecho de montaña, especialmente con un precipicio a uno de sus lados…”Cosas de España”. En esa situación, los Maragatos rara vez ceden el paso, y sus mulas siguen tenazmente hacia adelante, y como los fardos y bagajes cuelgan y se proyectan a cada lado de cada mulo, como las paletas de un buque a vapor, barren todo el camino a su paso.
Efectivamente, todos los detalles de los Caminos y Trajinantes en España, están hechos pensando no en el Viajero particular, sino en las mercancías de comercio a llevar. Ciertamente no se piensa en las necesidades del Viajero extranjero, que no es querido, es más, se le mira con desagrado. Por ello, las Posadas, los Caminos y sus márgenes derechos son “propiedad” de los arrieros españoles y de sus bestias; nunca se apartarán de su camino para complacer las fantasías de un Viajero extranjero.
La Península Ibérica está aún hoy demasiado poco transitada por viajeros extranjeros como para que los españoles adopten las comodidades mercenarias de los suizos, esa nación de posaderos y conductores de carruajes.
El reportaje sobre Astorga finalizaba con una reflexión del editor sobre la Astorga de las Guerras Napoleónicas que habían conocido los soldados británicos en las navidades de 1808…
Las dificultades y la precipitación de la retirada del General John Moore en diciembre de 1808 comenzaron después de Astorga, pues hasta entonces éste había esperado poder obligar al enemigo francés a librar una batalla. La Carretera de Astorga a Lugo es magnífica y un soberbio monumento de ingeniería de montaña. Las leguas españolas son muy largas, de unas ocho mil yardas cada una y están marcadas por mojones. El Clima en esta tierra de Astorga a Galicia es frio y lluvioso, y los alojamientos son solo aptos para el ganado; ambos (la experiencia lo ha mostrado) son malos incluso en verano y en tiempos de paz… Por ello, ¡Cuan temibles debieron de ser las nieves y el hambre durante aquella retirada invernal de 1808!
[1] https://catalog.hathitrust.org/Record/000548607
[2] Arruinados por las deudas los Marqueses de Astorga vendieron en el siglo XIX buena parte de su gran biblioteca Renacentista a la Universidad de Edimburgo. Ver el trabajo de José Antonio Martín Fuertes, publicado en 1990 por el Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías, La Biblioteca del Marqués de Astorga.
[3] Richard Ford (1796-1858) fue un escritor de viajes inglés conocido por sus libros sobre España. Nacido en Chelsea en el seno de una familia de clase alta y educado en Oxford, se trasladó a España en 1830, donde viajó mucho y coleccionó notas y dibujos. A su regreso a Inglaterra, escribió un relato de sus viajes en A Handbook for Travellers in Spain, publicado por primera vez en 1845, descrito como una de las obras maestras del género de la literatura de viajes.
[4] De estilo Neoclásico del Siglo XVIII.
[5] Samuel E. Widdrington, “Spain and the Spaniards”, Londres, 1844.
Arsenio García Fuertes
Doctor en Historia Contemporánea.
Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.