Es muy difícil dialogar con un fantasma; con alguien que, por inseguridad o cobardía, o por ambas cosas a la vez, escribe comunicados que firma otra persona, o escribe en calidad de portavoz de la junta local de un partido, pero que nunca escribe con su nombre y apellidos. Si el fantasma fuera simpático, como el que aparece en La sirena varada, de Alejandro Casona (yo soy yo y mis citas), sería llevadero, pero este que tanto me interpela parece más bien áspero y desabrido. Fantasmas aparte, claro está que nuestro amigo escribidor no quiere dar la cara, y, la verdad, no me parece justo que, por dar yo la mía, sea siempre quien reciba como un payaso todas las bofetadas. Convencido estoy, por lo demás, de que el fantasma y yo debemos tener más de alguna afinidad, pues se ve, por ejemplo, que tiene aficiones literarias y hasta conoce mis modestas publicaciones; no todas, desde luego. Con encomiable sentido del humor se fija en las que tocan el sainete, pero se olvida de las que se ocupan de la tragedia. Acaso, y también en esto le doy la razón, porque más vale reír que llorar. Así es que con animus iocandi voy a permitirme algunas puntualizaciones al autor sin nombre de esa pieza magistral de la diatriba que lleva el título de “Al señor catedrático”.
En primer lugar, para afearle a mi amigo embozado lo torpemente que maneja la ironía. Alguien que gusta del género chico no puede caer en la mostrenca burla de una profesión que, ¡caramba!, no es menos respetable que cualquiera otra, siempre que se ejerza con pericia y honestidad. Un catedrático no tiene ni mayor ni menor dignidad que un tabernero (lo fue mi padre) o que un labrador: lo fue mi abuelo, maragato de Brazuelo, Isidro Calvo (con ese nombre qué podía ser si no). Contra mi costumbre de personalizar, doy estas señas genealógicas para que mis lectores (algunos han salido en mi defensa y se lo agradezco) sepan cuál es la élite a la que pertenece el señor catedrático.
En segundo lugar, de persona tan informada y tan sensible como se me antoja mi encubierto polemista, habría de esperarse una argumentación más sólida de la que maneja. Con admiración que comparto menciona a dos grandes personalidades con cuya amistad me honro: Antonio Colinas y Manuel Arias. A uno porque escribió un poema de tema astorgano y al otro porque, amén de ser un experto en arte, ha nacido en Astorga y eso siempre infunde respeto. Lo que no dice es que ambos firmaron el manifiesto contra el cierre (temporal, intemporal o ni se sabe) del Museo Casa Panero, y tampoco dice que los dos vienen colaborando muy estrechamente, desde sus orígenes, con la Asociación que tengo el honor de presidir. Además, Arias publicó hace unas semanas un artículo titulado “Sobre la rentabilidad de la cultura”, que parece no haber entendido o querido entender nuestro escribano de la Junta Local. De ahí que entresaque este párrafo, que me permití casi plagiar en otro mío: “Se hace tanta demagogia con este asunto que da verdadera pereza estar teniendo que recordar permanentemente que ‘no solo de pan vive el hombre’, aunque nuestros dirigentes nos manipulen de una manera obscena y el mensaje termine calando como una gota malaya”. O sea, que nuestro portavoz juntero consigue cuadricular el círculo, apoyando su opinión en otra que la rebate de la cruz a la raya: asombroso. Como tal vez no lo ha leído bien, adjunto el enlace al escrito para que, con su relectura, revise la desnortada interpretación que da a las palabras de Manuel Arias: https://astorgaredaccion.com/art/34293/opinion-sobre-la-rentabilidad-de-la-cultura.
Por lo demás, es poco original y ya muy manido el argumento que nos brinda mi amigo el tapado, cuando compara la noble actitud de Colinas hacia su lugar de nacimiento con la que mantuvieron los Panero hacia Astorga. Es impropio de un letraherido ‒como él lo parece‒ descalificar a los poetas por sus actos en vida y no por la obra que dejaron. Quevedo debió ser un cabrón con pintas pero hoy es un gigante de las letras clásicas. Cela tampoco fue un santo varón, pero escribía como Dios y por eso le dieron el Nobel. En fin, “que no me juzguen por mi torpe biografía”, declaró ese loco lúcido que fue Leopoldo María Panero, anticipándose acaso a juzgadores tan confundidos como nuestro encubierto plumífero. Por ello, le recomiendo la lectura de “Meditación en Castrillo de las Piedras”, un magnífico poema que Colinas dedicó a Leopoldo María, quien a su vez había escrito otro dedicado a aquel, con el título de “Sepulcro en Tarquinia”. Ambos escritores eran como el agua y el aceite, pero se admiraban mutuamente en lo que a ellos más les importaba, la poesía.
En tercer lugar, ¡cómo no!, el relator de la Junta me reta lanzándome el guante de la política a ver si quedo touché de una vez por todas. Pero en este terreno veo a mi rival completamente despistado. Me atribuye cercanía ideológica al PSOE por mi amistad con el anterior alcalde de Astorga, Juan José Alonso Perandones. Por la misma razón de amistad con quien fuera también alcalde, Arsenio García Fuertes, pudiera haberme atribuido simpatías hacia el PP, en el que por cierto militan muchos amigos míos y una muy querida pariente. Pero se ve que, a pesar de que conoce, siquiera parcialmente, mi currículum, no me tiene del todo fichado y algún tanto le ha dolido la firma en el manifiesto de militantes del PP tanto a nivel local como nacional. Pues bien, parafraseando a Tono y Mihura (segunda cita que ha de disculpárseme), le diré a mi retador, sin tono desafiante alguno y para su tranquilidad, que ni del PP ni del PSOE sino todo lo contrario.
No quiero contribuir más a este diálogo de besugos (y conste que, para dar ejemplo, me incluyo en esa categoría piscícola). No tengo nada contra el autor de estos escritos, porque no sé quién es. Es probable incluso que hasta lo conozca y haya departido con él en más de una ocasión. Lo que ya no voy a hacer, por muchos sopapos que siga dándome, es contestar más comunicados fantasmales. Estaría encantado de tomar con el fantasma un café (invito yo) y debatir en torno a esta y otras cuestiones de política cultural, la única que me interesa. El concejal de Cultura, Tomás Valle, con el que he charlado mucho y siempre en buena armonía, puede darle a nuestro amigo incógnito algunas referencias de que soy persona templada y, aunque una miaja elitista, no mala del todo.
Por último, y ahora en serio, como presidente de la Asociación de Amigos de la Casa Panero, solo me cabe ponerme a disposición de la Junta Local del PP y, por supuesto, del alcalde de Astorga, para darles cuantas explicaciones quieran y charlar con franqueza sobre la Casa y sus planes de viabilidad para un próximo futuro. No sé si llegaríamos a un acuerdo, pero tengo la seguridad de que, hablando cara a cara, sin fantasmas de por medio, podríamos entendernos para bien de la cultura y de todos
Según la RAE ad hominem 1. Loc. lat. (pron. [ad-óminem]) que significa literalmente ‘al hombre, a la persona’. Se aplica al razonamiento o argumento que trata de confundir al adversario oponiéndole sus propias opiniones o actos, o, más frecuentemente hoy, al argumento que va dirigido contra la persona y no contra sus tesis: «Algunos libelistas […] han embestido contra el juez Moreno […] mediante argumentos ad hominem, groseras injurias y procaces insultos» (País [Esp.] 29.10.1997).
Eso es lo que han hecho ustedes de la Junta Local del Partido Popular. Tener un escribidor con gomina y de nombre con triple A. (Adolf A.A.).
desde luego este hombre será muy ilustrado pero empecinado lo es un rato también. ¿tan difícil de entender es que el artículo iba firmado por un colectivo y que por tanto no responde a una persona en concreto? No se dan argumentos a favor o en contra, se pierden en un debate estéril sobre currículums político-intelectuales. En primer lugar aquí nadie habla de un cierre definitivo. A mi me parece no sólo justificado, si no totalmente necesario que en los meses de menor afluencia se mantenga cerrado. Y no es mercantilizar la cultura, es aplicar el sentido común. Se pueden buscar fórmulas como abrir determinados puentes, pero todo el invierno es sencillamente dilapidar el dinero público que estará mejor empleado en otra de las muchas necesidades que tiene astorga. Y se puede estar en contra de esto, pero aún no he oído ningún argumento que se sostenga, mas allá del manido e insustancial atentado cultural. Otra opción es que se pueda abrir los fines de semana con gente voluntaria que seguro la hay. Donde no hay soluciones seguro, es en que si hablo con un fantasma, que si el otro no sabe escribir, que si panero tal, que si salinas… hasta la paz de nuestro quevedo del siglo de oro se ha llegado a perturbar.