A orillas del Órbigo

Hoy es lunes y festivo, al menos en algunas de las tierras de España por eso de los acuerdos entre políticos y allegados que para eso están y no para poner orden en sus casas de acogida y recogida de derechos heredados, con más pena que gloria, al menos desde hace unas cuántas décadas.

Y siendo lunes y festivo qué mejor empleo del tiempo que una horita más o menos paseando, con alfombra de hojas ya negruzca, muy cerca de la orilla que encarrila este río perezoso las más de las veces y que hoy se atreve a alzar su voz farfullando más que rugiendo, pero dejando claro que es un río de verdad y no de broma.

Sus aguas tienen prisa; corren al pasar a nuestro lado, turbias, y supongo a los peces agarrados a las piedras esperando poder saltar a sus anchas aprovechando la ausencia de colmillos afilados, de torpes anzuelos que traten de engañarlos y que hoy, lunes y festivo, duermen la mona navideña a la vera de sus dueños.

Algún pajarillo anda piando al despiste entre las ramas y la bruma en lo alto, parece, de ese ejército de chopos apuntando al cielo en formación de aquí te espero a que pasen quince o veinte años, que la sierra vendrá sin duda y sin remedio.

Hollando así las hojas paseamos a la orilla de este río casi impetuoso y solitario, agotando un tiempo mínimo, percibiendo la escasez de nuestro tiempo, que se agota sin sentido y pensando –es bueno pensar a veces– que llegado a su término Dios nos coja confesados… por si acaso…

 

26 de diciembre de 2022